



La Chilindrina además de ser de los pilares de El Chavo del Ocho, se convirtió en una figura que rompió moldes y marcó la infancia de millones en América Latina. Detrás de su risa chillona, sus coletas despeinadas y su mirada astuta había una construcción compleja, entrañable y profundamente humana.
María Antonieta de las Nieves es la actriz que ha dado vida a este icónico personaje. Antes de convertirse en La Chilindrina, ya había trabajado como actriz de doblaje, prestando su voz a personajes como Pebbles en Los Picapiedra o Batichica en la serie de Batman. No obstante, con la interpretación de este travieso personaje encontró un lugar eterno en la memoria colectiva de América Latina.
María Antonieta de las Nieves tenía apenas 18 años cuando conoció a Roberto Gómez Bolaños. Él ya era un creador prolífico en la televisión mexicana: escribía, dirigía, producía y actuaba en distintos programas, entre ellos Los supergenios de la mesa cuadrada. Fue en ese entorno donde todo comenzó.
Una ausencia inesperada de la actriz principal del show abrió la puerta para que alguien la sustituyera. El director de otro proyecto sugirió a De las Nieves, por lo que la presentó con Gómez Bolaños.
En cuanto la vio, él pareció convencido: su estatura, energía y presencia le parecieron perfectas para un nuevo personaje, una niña torpe y graciosa llamada “la mococha pechocha pero babocha”, que acompañaría al Doctor Chapatín.
Pero María Antonieta dudó. Ella quería ser actriz dramática y protagonizar telenovelas, no hacer comedia. Lo dejó claro desde el principio. Gómez Bolaños, entre bromas y desafíos, le propuso un trato: si estaba dispuesta a aprender, podía intentarlo… aunque no había mucho tiempo. El programa sería en vivo, sin apuntadores y con apenas dos días para memorizar el guion.
La actriz aceptó, con nervios, pero también con hambre de reto. Tras la emisión, le preguntó al creador qué tal lo había hecho. La respuesta fue directa: “Te quedas para siempre con nosotros”. Y así fue: lo que comenzó como una suplencia improvisada se convirtió en una relación laboral que duraría más de cuatro décadas.
La Chilindrina no fue su primer personaje, ni el único. Interpretó a damas históricas, a figuras de época y a mujeres fuertes. Pero cuando surgió la idea de encarnar a una niña, María Antonieta tomó una decisión radical: guardó las pestañas postizas, se fajó el pecho y bajó el tono de voz. En ese acto, nació algo distinto.
Tanto gustó ese personaje que ella misma propuso hacer un programa para niños a Gómez Bolaños, quien no lo consideró viable en un inicio. La mayoría de los actores tenían más de 40 años, por lo que no parecía viable interpretar a niños. Mas eventualmente, Gómez Bolaños aceptó.
Así nació El Chavo del Ocho, llamado así por el canal donde se transmitía. Con el tiempo, se fueron sumando Quico, Don Ramón, el profesor Jirafales y, por supuesto, La Chilindrina.
El nombre de La Chilindrina viene del homónimo pan mexicano cubierto de azúcar, con formas irregulares y sabor casero. Roberto Gómez Bolaños, mejor conocido como Chespirito, lo usó para bautizar a un personaje que combinaría la picardía con la ternura. Así nació esta niña que haría su debut en la televisión en la década de los 70, en el programa El Chavo del Ocho.
Mientras el Chavo representaba la inocencia pura y Quico el capricho de los privilegiados, La Chilindrina encarnaba algo más terrenal: una niña lista, celosa, manipuladora, pero también profundamente afectiva. Sabía cuándo llorar para obtener lo que quería, cuándo aliarse con otros y cuándo traicionar esas alianzas si convenía. Era un personaje que se sentía vivo.
Este matiz la convirtió en una figura particularmente atractiva para las niñas de la época. En ella vieron no solo a una compañera de juegos, sino a alguien que enfrentaba al mundo con inteligencia, aunque fuera para conseguir una torta o salirse con la suya.
María Antonieta de las Nieves interpretó a La Chilindrina durante más de 48 años, un récord que le valió en 2021 su entrada al Libro Guinness como la actriz con la carrera más larga interpretando a un solo personaje infantil. Lo hizo en programas, obras de teatro, espectáculos en vivo e incluso en su propio programa, Aquí está La Chilindrina, que se transmitió en varios países de América Latina.
A diferencia de otros personajes del universo de Chespirito, ella nunca desapareció del todo. Su imagen siguió presente en giras, homenajes, campañas publicitarias e incluso apariciones especiales en televisión.
Aunque el personaje fue creado dentro del universo de Chespirito, María Antonieta de las Nieves logró algo que pocos artistas pueden decir: le ganó legalmente los derechos a su creador. En los años 90, registró a La Chilindrina como marca propia, lo que provocó un conflicto con Roberto Gómez Bolaños y con Televisa.
Este pleito legal la alejó de muchas de las producciones animadas y proyectos posteriores de El Chavo, donde su personaje estuvo ausente. Sin embargo, el fallo judicial le otorgó el derecho exclusivo de usar y representar a La Chilindrina en cualquier escenario fuera del entorno oficial del programa.
Con el tiempo, las tensiones se suavizaron. En entrevistas, De las Nieves ha declarado que siempre respetó a Gómez Bolaños, incluso cuando no compartían el mismo escenario.
Aunque La Chilindrina surgió en un contexto muy distinto al actual, su relevancia no ha disminuido. En 2024, María Antonieta apareció en Mamá Cake, una serie de Disney+, y también se confirmó la presencia del personaje en la bioserie sobre Chespirito producida por HBO Max, donde la actriz Paola Montes de Oca interpretará su versión joven.
Además, en los últimos años, la figura de La Chilindrina ha cobrado nueva vida en redes sociales, memes, y hasta en la cultura pop internacional. En 2019, protagonizó una colaboración con Netflix y la serie Stranger Things, apareciendo en un video junto a Eleven, otro ícono de niñas con poder.
La Chilindrina fue la hija que lloraba por su papá, la amiga que a veces traicionaba y otras veces salvaba el día, la niña que enfrentaba al mundo sin miedo y que siempre tenía un plan.
En sus ojos había picardía, pero también un reflejo de la infancia real: esa que no siempre es tierna, pero sí profundamente viva. Y por eso, aunque los años pasen, su risa aguda y su eterno «¡Papito!» seguirán sonando en el corazón de quienes crecieron con ella.