



La reciente función de ChatGPT que permite generar imágenes al estilo de Studio Ghibli ha desatado una ola de creatividad y controversia en las redes sociales.
Mientras miles de usuarios comparten sus creaciones inspiradas en el icónico estudio de animación japonés, surgen debates sobre los límites éticos y legales del uso de inteligencia artificial en el arte.
En marzo de 2025, OpenAI lanzó una nueva función en ChatGPT que permite a los usuarios transformar fotografías en ilustraciones con la estética característica de Studio Ghibli, conocido por películas como “El viaje de Chihiro” y “Mi vecino Totoro”.
Esta herramienta ha ganado rápidamente popularidad, inundando las plataformas digitales con imágenes que evocan la magia y el estilo del célebre estudio de animación japonés.
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Usuarios de todo el mundo han adoptado esta tendencia, compartiendo imágenes de mascotas, paisajes y retratos personales transformados al estilo Ghibli. La facilidad de uso y los resultados visualmente atractivos han contribuido a la viralización de esta práctica, generando tanto admiración como críticas en la comunidad artística y tecnológica.
La capacidad de la inteligencia artificial para replicar estilos artísticos específicos ha reavivado discusiones sobre derechos de autor y propiedad intelectual. Aunque las obras individuales están protegidas por derechos de autor, imitar un estilo visual general no siempre infringe la ley. Sin embargo, la línea entre inspiración y apropiación se vuelve difusa, especialmente cuando herramientas como ChatGPT pueden generar imágenes que emulan fielmente el trabajo de artistas reconocidos.
Hayao Miyazaki, cofundador de Studio Ghibli, ha expresado en el pasado su escepticismo hacia la inteligencia artificial en el ámbito artístico, calificándola como una “afrenta a la vida misma”.
Esta postura refleja una preocupación más amplia en la comunidad artística sobre cómo la tecnología puede afectar la autenticidad y el valor del trabajo creativo humano.
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La abrumadora popularidad de la función de “Ghiblificación” provocó una sobrecarga en los servidores de ChatGPT, llevando a interrupciones temporales del servicio. Sam Altman, CEO de OpenAI, reconoció la situación y señaló que el equipo estaba trabajando para estabilizar la plataforma ante el inesperado aumento de demanda.
Mientras algunos celebran la democratización del arte que permite la inteligencia artificial, otros advierten sobre los riesgos de desvalorizar el esfuerzo y la originalidad de los artistas humanos. La posibilidad de que herramientas como ChatGPT reproduzcan estilos específicos sin compensación ni reconocimiento a los creadores originales plantea interrogantes sobre el futuro de la creatividad y la propiedad intelectual en la era digital.
En respuesta a las críticas, OpenAI implementó restricciones en su herramienta de generación de imágenes, limitando la capacidad de imitar estilos de artistas vivos y estableciendo filtros para prevenir la creación de contenido que infrinja derechos de autor. Estas acciones buscan equilibrar la innovación tecnológica con el respeto a los derechos de los creadores.
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